Como es de todos conocido, y sufrido, llevamos en España una buena temporada encerrados en casa, cual presidiario condenado, por el bien de nuestra Salud y la del resto de la sociedad, a cargo de una «condena» que parece no tener fin. Y desde las altas esferas, quienes nos gobiernan la vienen a denominar «confinamiento».
El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española viene a definirlo como:
1. m. Acción y efecto de confinar.
2. m. Der. Pena por la que se obliga al condenado a vivir temporalmente, en libertad, en un lugar distinto al de su domicilio.
Desde el punto de vista etimológico, el verbo «confinar» pudiera venir del latín confināre, con el valor de relegar y encerrar dentro de unos límites. Este verbo latino deriva del vocablo clásico confinis (contiguo o vecino) o del sustantivo confinium (límite común a dos terrenos).
Por otro lado, confinamiento pudiera referirse a diversas definiciones:
- Al confinamiento civil, entendido como la reclusión de personas dentro de límites o destierro a una residencia obligatoria;
- En la biología, al confinamiento, el conjunto de medidas para evitar la dispersión, en el medio ambiente, de material biológico no deseado;
- Al confinamiento postnatal de una mujer después de dar a luz, práctica tradicional en algunas culturas asiáticas;
- Al confinamiento de un preso en una cárcel o prisión.
Yo, que disto mucho de ser un lingüista, amante de la literatura o entendido en la materia, soy por naturaleza irreverente e insumiso, rebelde e inquieto, y por avatares de la vida desconfiado y malpensado, llevo tiempo dándole vueltas al sentido macabro de tan vocablo.
En los más de 30 días encerrados, los españoles nos hemos acostumbrado a ver en televisión, en torno a las 13 horas a imagen y semejanza de aquellos «partes de Guerra» durante la guerra civil española, una rueda de prensa del comité de expertos para la crisis, unidos a autoridades civiles y militares, que nos cuentan y relatan los datos y desventuras de la que ellos denominan «la guerra contra el virus«.
No voy a entrar a valorar ni los datos ni las medidas, sino ha hacer mi disección etimológica de la palabra «confinamiento«.
1.- Digamos que pudiera derivar de «confín«, entendido como un límite o borde de algo. Los confines del universo o de la tierra ha sido una denominación muy usada en la literatura universal.
Aunque, dudo que por ahí vayan los tiros.
2.- Digamos que pudiera tener algo que ver con «con fin«. Y, créanme que sigo con dudas porque, desgraciadamente, esta pesadilla digna de una viñeta de las de antes, al estilo de aquella de «13, rue del percebe«, parece no tener fin.
3.- Si hacemos una disección de la palabra, nos pudiera quedar algo parecido a esto: «con-fin-a-miento«. Y esto ya me va cuadrando más, porque si por algo se está caracterizando esta pandemia es por la cantidad de mentiras (ahora los llaman «bulos«) que se sueltan por unos y por los otros.
Y es que lo que hoy es la verdad oficial más cierta, y que antes se diría «que va a misa«, mañana es desmentida por los mismos que la afirmaron con rotundidad. Y que decir de las réplicas y contrarréplicas de los contrarios, que aprovechan el más mínimo resquicio para atacar lo atacable con el único fin de un Segundo de gloria.
Y en el medio de toda esta «batalla», los sufridos y obedientes españoles de a pie encerrados en sus «soluciones habitacionales, sin más resquicio de evasión, cuál válvula de escape de una olla a presión, no les queda otra cosa que salir a la terraza los más afortunados a aplaudir y hacer una «fiesta» de balcón.
Sin embargo, en un recóndito pueblo de alguna comarca de Cataluña, un iman de una mezquita es presuntamente autorizado por el alcalde del lugar a hacer el tradicional llamado a la oración por el Ramadán que se avecina, y a resultas del mismo se produce una concentración en la vía pública de una multitud de personas, pertrechados de sus teléfonos móviles y sus correspondientes mascarillas, bajo la atenta mirada de los policías locales que habían acudido al lugar, a saber para que (https://www.abc.es/espana/catalunya/abci-decenas-fieles-siguen-calle-rezo-iman-vendrell-pese-orden-confinamiento-202004182000_noticia.html). Porque según parece no se impusieron sanciones o propuestas de sanción por tal vulneración del confinamiento, creándose un agravio comparativo con aquellos otros ciudadanos confinados en sus domicilios, que si osan salir de sus domicilios para algún motivo fuera de lo permitido se les impone una jugosa sanción de 601 euros, en los casos más leves, o se les lleva a prision, en los casos más graves.
Y lo más sangrante del asunto es que las iglesias de otros cultos están cerradas a cal y canto, se ha llegado a sancionar a los fieles que acudían a la misa de domingo en algún lugar de España o se ha suspendido una tradición, tan arraigada como española, como es la celebración de la Semana Santa, todo ello por el bien común.
Porque mucho me temo que el agravio comparativo se va a acentuar a partir del próximo día 26 de abril, fecha en la que comienza el Ramadán musulman. Porque me da en la nariz que el gobierno va a tolerar ciertas actitudes o concentraciones de fieles de esa religión, por aquello de no ofenderles o por una mala concebida tolerancia.
Así que no, no me creo nada. «O todos moros, o todos cristianos«.
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