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El Final del Juicio al Process, El Inicio de Algo que no se Sabe

Hoy 12 de junio de 2019 se ha puesto fin a varios meses de un juicio que desde muchos puntos de vista ha sido ejemplar. El mero hecho de ser transmitido en directo a través de internet es un hito en sí mismo, un órdago a la transparencia lanzando a tumba abierta, al mundo entero, los entresijos del mayor reto al que se ha enfrentado la democracia española. Hoy, ¡por fin!, se ha escuchado el «visto para sentencia».

De este juicio se pueden sacar muchas lecturas. La principal, la impecable manera y el buen hacer del magistrado presidente, el Juez Marchena, que ha sabido mantener a raya tanto a las acusaciones, como a las defensas, pero principalmente y de inicio a los propios encausados que pretendieron hacer de este acto judicial un mitin más de su vida política, una prórroga del sainete y esperpento al que se ha llamado «proceso independentista catalán».

No vamos a entrar en tecnicismos jurídicos sobre lo bien o mal que se ha podido hacer por parte de la Fiscalía, o de si los interrogatorios de la acusación particular, cuando les ha dejado, pudieran haber sido más o menos incisivos. Lo que sí que ha llamado la atención ha sido el cambio de postura de la Abogacía del Estado que, a última hora, ha mostrado el porqué de la renuncia (o despido) del anterior abogado del estado encargado del caso, Edmundo Val. Cambio de posición que ha defendido lo indefendible, quizás por motu proprio, quizás sugerido por algo o alguien. Pero ese cambio ha escenificado la fuerza o influencia que puede llegar a tener la política en un juicio. Quizás aquel «no te preocupes» de hace unas semanas cobre ahora más sentido si cabe.

Hoy ha sido el momento en que los acusados tienen la posibilidad de ejercer el derecho a la última palabra.

¿En que consiste? Se trata de la última pregunta que le hace el Juez al acusado en los siguientes términos: «póngase en pie el acusado. ¿Tiene algo que añadir a lo dicho en esta sala?«

Se trata de una opción que tiene el acusado de hablar o no. Se encuentra recogido en el Artículo 739 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal: «Terminadas la acusación y la defensa, el Presidente preguntará a los procesados si tienen algo que manifestar al Tribunal. Al que contestare afirmativamente le será concedida la palabra».

El único límite que se impone al procesado es que al usarla no ofendan la moral ni falten al respeto debido al Tribunal ni a las consideraciones correspondientes a todas las personas, y que se ciñan a lo que sea pertinente, retirándoles la palabra en caso necesario. No tiene tiempo fijado, más allá de lo que determine el Juez o Magistrado.

Se trata de una garantía procesal más, forma parte del derecho de defensa, de la autodefensa. En caso de no concederse este derecho, el juicio pudiera ser declarado nulo.

¿Que fue lo que pasó hoy?

Uno tras otro, fueron pasando los políticos acusados a ejercitar este Derecho. La impresión que me he llevado, de unos más y de otros menos, es que algunos se lo han tomado como una parte más de la opereta que se lleva escenificando más de treinta años. Desde hacer proclamas político independentistas, pasando por el victimismo más exacerbado coadyuvado por las lágrimas cómplices de uno de los letrados de la defensa, hasta llegar a la amenaza velada al Estado en el sentido de «volveremos a hacerlo, de una manera pactada con el Estado o no, pero lo haremos«.

Ahora nos quedan unos meses de espera para conocer la Sentencia, que se promete densa, larga y contundente, pero no me cabe la menor duda que será, como debe ser, ajustada a Derecho. Y es que, por mucho que hayan intentado maquillar la realidad, que se haya tratado de tocar la fibra sensible del espectador o que se haya dicho por activa y por pasiva que lo que allí ocurrió era poco menos que un juego de rol o de niños, lo que se está juzgando no son ni las ideas políticas ni si hay o no derecho a algo, se están juzgado unos hechos que parecen cumplir los elementos de un determinado tipo penal, vigente en el momento de los hechos.

Otra cosa que tengo claro es que nos esperan unos meses difíciles, en que se volverá a intentar poner en jaque al débil gobierno español. Hoy mismo el titular del gobierno de la Generalidad de Cataluña ha lanzado algún que otro mensaje en el mismo sentido que el de los políticos presos.

Los que tienen algo que ver con el teatro se suelen desear suerte con una expresión un poco escatológica, «mucha mierda». En este asunto, aunque todo el tema parezca una obra de teatro de las malas, no vamos a desear suerte a los acusados, ni siquiera al Tribunal, porque no es cuestión de suerte, aunque en todo esto haya mucha Mierda escondida por debajo de las alfombras, sino que se trata de profesionalidad y de sentido de Estado, de la defensa del Estado de derecho, como máxima expresión de los valores que aquel 1 de octubre se intentaron pasar por el arco del triunfo aquellos, estos y los otros.

La aplicación escrupulosa de la ley, que es igual para todos, es el único camino.

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